Emilio,
No
nos conocimos pero fuimos al mismo colegio y solo un grado nos separó. Las
mismas paredes nos vieron crecer y tuvimos muchos amigos en común. Es probable
que en algún momento de la vida nos hayamos cruzado. Quizás fue en la cafetería
o quizás en el recreo. Compartimos profesores, eso es seguro, y podríamos
habernos reído de los mismos chistes. No, no nos conocimos, pero no importa, porque
por un buen periodo nos levantamos ambos temprano en la mañana para ir al mismo
lugar y ese es nexo suficiente. Nunca escuché mucho de ti y creo que esa es
buena señal de la persona que fuiste: de los malos y revoltosos siempre llega
antes la noticia.
No
entiendo, Emilio, qué pudo llevarte a tomar esa decisión. En la vida nos pueden
pasar muchas cosas pero te puedo asegurar —porque es lo que yo misma quiero
creer—que el tiempo es el mejor guerrero. Las cosas que hoy parecen problemas
enormes y sin solución, mañana se sentirán como pequeñeces. Los obstáculos que
parecían infranqueables se tornarán en valiosas lecciones. Esos cambios que no
podemos comprender mañana serán costumbre. No debemos olvidar que todo pasa por
algo: lo bueno para que lo disfrutemos y lo malo para que aprendamos. Si algo he comprendido motivando a la gente
es que no debes preguntarte ¿Por qué me pasa esto? Sino ¿Para qué?
Creo
que no fuiste capaz de formular esa segunda pregunta.
¿Qué
pasaba por tu cabeza en esos momentos? ¿Fue la separación de tus padres? ¿Pasó
algo en la universidad? ¿Algo en el plano amoroso? ¿O fue depresión? ¿Algo patológico
sucedía en tu interior? ¿Algo químico? Ya no podemos responder esas preguntas,
Emilio, y nunca podremos. Lo único que queda esperar es que ahora estés más
tranquilo, estés donde estés y así no estés en ninguna parte. Hay religiones
que creen que los suicidas van directamente al infierno y en tiempos lejanos no
se les podía siquiera enterrar en un cementerio. Hemos cambiado la mayoría,
pero hay quienes aún sostienen esas creencia. Yo no quiero pensar eso, que al
suicida se le condene a un eterno hades. Si hay un Dios en este mundo no creo
que castigue a aquel que le tocó vivir algo tan horrible que lo hizo quitarse
la vida.
Dicen
que buscaste ayuda en la psicóloga de tu universidad, que tus amigos te vieron
deprimido, que tu familia también lo notó ¿Hablaste con alguien, Emilio?
¿Buscaste ayuda? Este mundo asusta ¿No? Pensar que nos juzguen, que nos digan
que nuestros problemas no son nada, que se alejen de nosotros ¿Eso te dio
miedo? Debiste hablar con tus padres, amigo, puede que pareciera difícil pero
debiste hacerlo. Ellos tampoco la estaban pasando fácil pero te hubieran
escuchado, te hubieran abrazado y quizás te hubieran ayudado a buscar ayuda
profesional. A veces se necesita, Emilio, a una persona ajena y con
conocimiento. De repente lo que te pasaba tenía una explicación médica. Ya no
lo sabremos. No permitiste que te ayudasen a buscar una salida.
Quizás
estuviste siempre de espaldas a la puerta.
¿No
pensaste en lo que sentirían tus padres encontrándote así? ¿Tus abuelitos? El
dolor que debe estar sintiendo tu familia en este momento no puede ser
explicado con palabras o, si es que puede serlo, no me siento en capacidad de
capturarlo en mi redacción. Yo he perdido a tres de mis abuelos y, aunque uno
dejó el mundo antes que yo llegara a él, se que perder a un familiar es muy
duro. Pero perder a un hijo de veintidós años, sano y al que parecer no le había
pasado nada en particular debe ser el golpe más duro. Tenías familia que te
quiere, amigos, estudios… Realmente no comprendo, Emilio ¿Qué pasó? Y creo que
me seguiré preguntando eso para siempre, una y otra vez, hasta que cobre
sentido lo que hiciste.
Querido,
Emilio, puede que haya parecido la única salida, pero te aseguro que no lo era.
Mentiría si dijera que nunca pensé en que podría saltar por la ventana y todos
los problemas y el estrés se irían. El que haya atravesado un periodo difícil
sabe que a veces aparece esa tentación. Hay quienes dicen que es el “camino
fácil” pero no creo que lo haya sido ni que lo sea jamás para nadie. Debe haber
sido la decisión más difícil de tu vida y, lamentablemente, también fue la
última.
Tenías
veintidós años y un futuro por delante, Emilio. Siento mucho que no hayas
podido verlo.
Un
abrazo,
Mariana.