Fue hace unas semanas que hice uso de este blog para odiar el acoso callejero y lo hice con todas las ganas del mundo pero, también, con comedia. Sin embargo, no hay nada de gracioso en lo que este acoso implica ni tampoco en lo que puede evolucionar. Esta objetivación de la mujer y embrutecimiento del hombre, directamente proporcionales el uno del otro, son una peste social que debe de ser eliminada de raíz. No voy a aguantar que venga una conductora de televisión a decir que es nuestra culpa. No lo es y nunca lo fue ni tampoco lo será jamás. Estimada Joyce Guerovich, dices que quieres comprender a los hombres, que tampoco hay que echarles toda la culpa y tanta tontería ¿No te das cuenta que al decir que es culpa de las mujeres estás denigrando también a los hombres? ¿Es que realmente piensas tan mal de ellos? ¿Realmente crees que no son capaces de controlarse?
Con mi colegio tuve la fortuna de visitar un hogar para madres adolescentes que habían sido víctimas de violación. Allí, trataban de sacar adelante al inocente fruto de aquel abuso y sacarles una sonrisa fue unas de las cosas más gratificantes que me han pasado en la vida. Quiero que vayas allí y les digas que fue su culpa, que algo habrán hecho para provocar a ese hombre que las violó. Quiero que vayas y le digas a esa chica que su padre la ultrajó que es su culpa por provocarle. Hazlo, a ver si eres tan valiente. Anda y dile a esa niña de diecisiete años con un hijo de cinco que algo habrá hecho a los doce años para buscarse esa violación, que era su ropa o su manera de actuar, que fue provocadora, que el hombre solo siguió su instinto.
Y yo se que ella habla de los piropos pero estos no son sino la punta del iceberg del machismo y el abuso y defenderlos, justificarlos o darles cualquier otra explicación que no sea: hay hombres imbéciles que TIENEN que aprender a respetar a las mujeres, es una falta de respeto a la raza humana en general. A las mujeres por obvias razones y a los hombres por pensarlos estúpidos y primitivos. No permitiré que se hable de esa manera del género masculino: resulta que tengo familia y amigos que pertenecen a él y son seres de perfecta condición mental y civilizada. No insultes a los hombres.
Odio que haya hombres que estén de acuerdo con esta mujer. Lo detesto desde el fondo de mi corazón porque eso quiere decir que se identifican con ese ser sin uso de razón que retrata esta conductora ¿Realmente son tan brutos que no pueden ver un par de tetas sin decir una barbaridad? Y lo peor de todo es que ni siquiera tiene que haber algo que mirar, a veces solo lo hacen por el gusto de molestar. Una vez, lo recuerdo bien, estaba yo de catorce años y uniforme de la banda de mi colegio, caminando por la calle y me soltaron una asquerosidad de niveles máximos. Estaba en uniforme de colegio, quiero que asimilen eso un momento.
Un poco más.
¿Qué dice, señorita Guerovich, debería de denunciar a mi colegio por tener uniformes demasiado provocadores? ¿Qué fue lo que lo provoco? ¿Fue la falda hasta media rodilla o el jumper sin entallar que me hacía ver como una papa? A lo mejor fueron las medias hasta la rodilla o la camisa abotonada y la corbata. No, no, ya sé qué debe haber sido: tenía la chompa desabotonada. Perdón, perdón... Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Y sí, yo comprendo que hay chicas que se visten demasiado “provocadoras” pero eso no es excusa para volverse un energúmeno. Ya bueno, si quieres puedes mirar discretamente y, sabes qué, aunque me da asco en tu mente eres libre de pensar lo quieras pero no me digas cochinadas, no me toques, no te me acerques si no me conoces, si no te lo permito. No. Así de sencillo. Y si sientes el impulso piensa un rato, piensa en tu hija, en tu madre, en tu hermana, en tu prima, en tu abuelita... ¿Te gustaría que les digan una cochinada así?
Nunca culpes a la víctima porque al final que tiene la verdadera potestad de impedir el acto es el perpetrador. Y nadie más.
Esta es la décimo octava cosa que yo odio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario