jueves, 3 de octubre de 2013

Cuando yo, o cualquier otra mujer, somos acosadas en las calles

Ser mujer no es fácil. Primero que nada nos viene la regla y eso es una mierda. Segundo, y más severo a mi parecer, es que la sociedad aún no comprende al ciento por ciento que somos seres humanos con todos los derechos que esto conlleva ¿En qué me baso para afirmar esta ignorancia endémica? Son muchos factores, en realidad, pero el día de hoy voy a odiar uno en particular pero con toda mi alma y todo lo que tengo aquí en este corazón tan bello en mi pechito: el acoso callejero. Jamás, nunca, bajo ninguna circunstancia, ni cagando, creo que llegue a entender el objetivo que los subnormales persiguen al incurrir en este tipo de prácticas ¿Es… Es en serio? ¿Realmente creen que con esos comentarios asquerosos van a conseguir algo? ¿Tan limitado es su cerebro? En su mundo ideal las cosas irían así:

Pasa una jovencita muy atractiva por una calle, vistiendo un short corto y una camisa ligera. Tiene el cabello recogido en una coleta y muestra del cuello en un gesto evidentemente provocador. Es cuestión de esperar a alguien que se atreva a notarlo y responda como es debido. Sueña, con todo su corazón, que se note en su andar y en su gesto lo que está esperando que suceda. Entonces, desde lo alto de una construcción, un noble obrero cae en cuenta de este notorio llamado por atención y entiende que es su deber como hombre responder a ese acto tan provocador. Se inclina por encima de la ventana y enuncia una frase que, sacada de lo más profundo de su corazón, embarga en ella el sentimiento de respeto y admiración por el género femenino:

—¡Quisiera que fueses estampilla, para pasarte la lengua y meterte en el sobre, mamita rica! — enuncia el obrero con todas sus fuerzas. La muchacha escucha sus palabras y sonríe, mientras agradece al sujeto la amabilidad y el bellísimo gesto mostrándole su pecho desnudo y gritando su número de celular para quedar en un encuentro de naturaleza meramente sexual en una ocasión futura pero cercana. El sujeto sonríe para si mismo, le había hecho un favor a la jovencita y ella se lo devolvería con creces. Tener modales siempre tiene buenas consecuencias.

El mundo no funciona así, amigo piropeador. Es más, no podría alejarse más de la realidad. Cuando recurres a tu “Manual del Pendejo” y nos mandas un piropo de una naturaleza tan asquerosa nuestro primer instinto es querer desaparecer. Luego te queremos mandar a la mierda y, por lo general, lo hacemos. Aunque muchas veces caemos en la técnica menos arriesgada: te ignoramos, imbécil ¿Qué esperas conseguir? Se sincero ¿Es que en un lugar de tu ridículo e imbécil cerebro de PAPAGAYA piensas que un escenario como el detallado líneas arriba realmente sucederá? Y si no lo crees entonces ¿Para qué mierda jodes? ... ¿Qué ganas diciendo esas cosas? Nadie dice que no haya libertad de pensamiento y, aunque me repugna pensar que lo único que pasa por la mente de los elementos masculinos de la raza humana son cochinadas, puedes en tu cabeza decirte lo que quieras.

Pero no me grites tus cochinadas, concha tu vida. No, no concha tu madre porque es probable que ella poco tenga que ver con tu imbecilidad. Estoy segura que eso lo obtuviste por tu cuenta. Estrellita en la frente por el esfuerzo ¡Cómo se nota que te esmeraste por ser un tremendo tarado!

Me da asco pensar que la sociedad Limeña está tan atrasada que una chica no pueda ponerse un short o arreglarse un poco o simplemente querer verse bonita sin que le caigan comentarios o le peguen el nepe en el micro. Esas cosas pasan todos los días y es deber de todos los hombres decentes defender la reputación de su género. Las chicas nos podemos quejar, podemos ignorar pero no será hasta que ustedes mismos se den cuenta del asco que dan que las cosas cambiarán. Si tu broder hace una cochinada de ese calibre pégale. Bueno, no le pegues, pero dile algo. No te quedes callado porque el que calla es cómplice.

Tu piropo no me encanta, huevón, me da asco. Y, si en algún nivel micro celular tuviste chance conmigo esa se elimina, se reduce a menos de cero, se DIVIDE entre cero —para que veas que tan IMPOSIBLE es— cuando haces esa HUEVADA. Empero siguen allí, con sus manuales, con sus bromas insulsas. Párenla en serio.

Esta es la décimo cuarta cosa que yo odio.

PD: No estoy generalizando sobre los obreros ni muchos menos pero las mujeres que estas líneas lean no podrán negarme que quienes se dedican a este oficio son quienes más piropos asquerosos nos dedican.

¿Te ha pasado?

Agradecimientos a mi amiga Adriana Seminario porque sus vivencias inspiraron este post. 


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